domingo, diciembre 17, 2006



Vamos a dejar de lado por un rato la odiosa moral de la neutralidad.
Vamos a saltearnos momentáneamente la prudencia del decoro.
Vamos a dejar que nazca, que crezca y no se ahogue la puteada.
La franca, la abierta, la noble puteada clamadora.
Una buena puteada nunca viene mal.Distiende, baja la ansiedad, genera cierto bienestar.
Como gritar un gol.Porque la muerte de un asesino se parece a un gol de la vida.
Los invito a gritar este gol desde el alma.
Ustedes dirán que esto no es serio, tal vez tengan razón, lo sé.
Dirán que alegrarse por la muerte ajena habla de la propia miseria.
Tal vez tengan, quizás, un poco de razón, es cierto.
Dirán que la altura moral de una persona se reconoce por su capacidad de perdonar.
Tal vez tengan, quizás, otro poco de razón, aunque no tanto.
Tengo ganas de putear. Por tantas vidas arrancadas como flores tempranas y pisoteadas en el barro.
Por tanto trajín de vidas escupidas,
por todos los ausentes hoy tengo ganas de putear de alegría.
Digo alegría y no felicidad.
Felicidad sería si en vez del asesino que ahora se prepara a
desplegar sus negras alas rumbo al oscuro abismo de los aborrecidos,
hubiéramos tenido noventa años entre nosotros a un luminoso Salvador
con su sueño de un Chile alegre y para todos.
A un inabarcable Víctor con su alada guitarra nombradora.
A un generoso Miguel con su fusil en llamas de esperanza.
Qué distinto sería este ecuánime y equidistante mundo,
repleto de perdonadores y prudentes pero carente de justicia.
Un mundo más bueno, más noble, más sincero.
En cambio, así, querido César, queridos niños,
qué triste el dos en el cuaderno.
En cambio nos quedó esta mierda.
Noventa y pico de años estuvo esta mierda entre los vivos,
con su olor insoportable y su codicia insobornable.
Respirando nuestro aire.
Recordándonos con su mirada de rata de los basurales toda la sangre
fresca, roja y joven que corrió entre sus manos.
Por eso tengo ganas de putear.
Porque quisiera no saber que en este mismo mundo,
donde un niño le sonríe a su sombra,
donde una chica se enamora,
donde una mujer venturosa se embaraza en un acto de amor,
existe un asesino de palomas.
Prudentes, ecuánimes y perdonadores hagan oidos sordos,
sensatos y equidistantes, por favor, abstenerse.


¡Pinochet y la puta madre que te parió carajo!






Horacio Sacco

1 comentario:

Cyn dijo...

Excelente.

Expresaste en palabras un sentimento difícil de explicar, que comparto.

Muy bien dicho.